Los comics han sufrido en sus carnes todo tipo de clichés contagiosos a lo largo de los años: son poco serios, infantiles, carentes de buen argumento y pertenecen a cultura marginal y extraña (entre otras perlas). The Sandman, de Neil Gaiman, rompió con todos estos lugares comunes y le sobró tiempo para subir un escalón más.
La novela gráfica es una oda a la eternidad y la fantasía (en palabras mayúsculas). Original, sofisticada y muy ambiciosa desde la primera viñeta hasta el último aliento de los protagonistas.
Pero no es solo eso, Sandman es el primer y único comic ganador del Premio Mundial de Fantasía. No solo acabó con todas las ideas preconvecidas acerca de lo que un comic debe ser, sentó un precedente difícil de superar.
El comic narra la historia de Sueño, un eterno que trata de mantener el equilibrio entre el mundo onírico y la realidad en la que nos mecemos el resto de mortales.
La delicadeza con la que los dibujos fluyen con las conversaciones trascendentales – plagadas de alusiones a la cultura clásica – te hace entrar en un estado hipnótico permanente.
No es un sueño, The Sandman es la base de la fantasía adulta desbordante que las novelas gráficas son capaces de contener.